DEBAJO DE LA HIGUERA NO
HAY NINGÚN TESORO
.

Texto de Pablo Albo.
Ilustraciones de Miguel Ángel Díez.
Editorial Anaya.
Madrid, abril 2010.
Colección Sopa de libros.
Serie naranja. nº 143.
ISBN: 978-84-667-9304-9
80 Páginas|Rústica Hilo|13,5 x 20,5 cm.

 

Entrevista al autor.
Primer capítulo.
Comentario en el blog.
 
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Cuando mi abuelo me da un beso me recuerda a las matas de pinchos que rodean su casa. Él dice que vive en medio de un bosque. Es mentira. Lo que pasa es que no cuida el jardín. Bueno, no es un jardín. Lo único que crece por allí son matorrales silvestres. La casa de mi abuelo parece una isla en medio de aquel mar de hierba.

[...]

 

 

Cuando oí los quejidos de las bisagras al empezar a abrirse la puerta, me puse en alerta. Sabía que mi abuelo intentaría darme un beso. Era difícil, pero a veces conseguía librarme. Esquivar a los saltamontes me había servido de entrenamiento.

Apareció mi abuelo. Su boca parecía una isla en aquel mar de pelo pinchoso.
[...]

 

 


-Hola, abuelo, ¿cómo estás?
-¿Yo? contento.
-¿Y tú porque estás contento?
-Porque has venido a verme. ¿Y tú como estás?
-¿Yo? Contenta.
-¿Y tú porque estás contenta?
-Yo estoy contenta porque tú estás contento de que haya venido a verte.
-¿Ah, sí?
-Sí.
-Pues yo estoy más contento.
-¿Tú más contento por qué?
-Yo estoy más contento porque tú estás contenta de que yo esté contento de que hayas venido a verme.
-¿Ah, sí?
-Sí.
-Pues entonces yo también estoy más contenta.
-¿Tú, por qué?
-Yo estoy más contenta de que tú estés más contento de que yo esté contenta de que tú estés contento porque he venido a verte.
-Pues me alergo.

Sí, dijo “me alergo”, es que a veces cambia las letras de sitio. Sobre todo las erres. Fue muy viajero y escuchó muchos idiomas. Siempre dice que las palabras se ríen de él y le salen de la boca como les da la gana.
[...]

 

 

Abuelo ¿qué me estás diciendo, que tienes un tesoro?
-Sí.
-Bueno, pero si no tienes mapa, no sabes dónde está.
-¿Cómo que no? Yo sé perfectamente dónde está mi tesoro, lo que no sé dónde para es el mapa.

Se me pusieron los pelos de punta, la voz empezó a temblarme y se me levantaron las cejas (cosas de familia).

-¿Qué me estás diciendo, abuelo, que tienes un tesoro y sabes dónde está?
-Que sí, mujer. Mira, tú sales por la puerta de la casa y debajo de la

higuera...
Mi abuelo siguió hablando pero yo salí corriendo.
[...]

 

 


Agarré fuerte la botella con una mano y con la otra tiré del tapón de corcho hacia arriba. No sabía lo que iba a pasar, si lo hubiera sabido quizá no lo habría hecho... o tal vez sí.
En el momento que saltó el tapón, se oyó un fuerte trueno, como una explosión, como un rugido. Y empezaron a salir todas las tormentas que imaginarse pueda:
Tempestades de lluvias feroces, relámpagos enormes, devastadores vientos huracanados, olas gigantescas, rayos y truenos salieron de la botellita. No me habría preocupado si no hubieran venido directamente hacia mí. Tampoco me hubiera preocupado si, cuando eché a correr, no me hubieran perseguido, pero lo hicieron.
[...]

 
 

 

 

 

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