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La colección Sopa de libros incluye en sus páginas finales una entrevista a los autores. Aquí tienes la que aparece en Debajo de la higuera no hay ningún tesoro.


-¿Qué le atrae de la literatura infantil?

-Me apasiona la literatura infantil. Leo libros infantiles todo el rato. En las librerías se sorprenden cuando les digo que no me los envuelvan, que no es para regalo, que son para mí, pero sé que no soy el único. En la biblioteca de Albacete participo en un club de lectura de adultos que leemos libros infantiles. Se llama Pomelo. Por supuesto, muchísimos libros infantiles no me dicen nada, me aburren o me molestan queriendo convencerme de cosas. Pero de vez en cuando encuentro una historia sencilla, aparentemente poca cosa, ilustrada con acierto y me digo “¡Mira que cosa!”; o me poto con un libro de aventuras ingenioso que me sorprende y me digo “¡Mira tú!”.
Creo que la literatura infantil es una actividad artística de primer orden.

  

-¿Por qué decidió empezar a escribir para niños?

-Empecé a inventar cuentos infantiles con la idea de contarlos de viva voz. Algunos no me servían porque tenían... no sé, otro ritmo, requerían otro sosiego. Como no me valían para ser contados me parecía que me habían salido mal. Yo no los tiraba, los dejaba escritos en una carpeta. Años después empecé a leerlos y me dije ¡Bueno, parece que leído es otra cosa!

 

-Usted es narrador oral y tiene un repertorio muy interesante de espectáculos para niños, jóvenes y adultos. ¿Cómo le influye esa faceta cuando después decide sentarse a escribir?

La oralidad y los libros son dos maneras igual de válidas de transmitir las historias. Es tan enriquecedor escuchar un cuento como leerlo, estoy convencido.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que quien lee un relato no tiene el contacto personal con la persona que lo escribió, se pierde la entonación de su voz, la expresión de su cara. Y quien escucha no puede pararse a releer algo que no haya entendido y la historia debe ser sencilla pero no simple.

 Hay cuentos que he contado mil veces que nunca estarán en un libro porque no quedan bien por escrito y cuentos que están escritos que no contaré nunca. Otros van por aire y papel. Debajo de la higuera no hay ningún tesoro es de estos últimos. Lo he contado muchas veces y sigo haciéndolo. Si quien que ha leído este libro me lo escucha lo notará diferente, pero lo reconocerá.

 Me gusta que sea así, cada historia tiene su sitio.

  

-En el libro, Paula va a visitar a su abuelo que la embarca en una apasionante aventura. Los abuelos son familiares que influyen mucho en los niños y en muchos casos trazan quiénes serán de adultos. ¿Es este cuento un homenaje a esos abuelos? ¿Está el abuelo Vicente inspirado en sus propios abuelos?

 Bueno, un poco. Uno de mis abuelos se llamaba Vicente... Pero era más limpio y no pinchaba cuando me daba un beso. Pero sí merecía un homenaje porque me habló de la tierra de Jauja cuando yo era niño y todavía ando buscándola. Sé que no existe pero así me entretengo.

Aunque era un buen pescador, nunca me llevó en su barca ni me enseñó los nombres de los peces. Creo que como venganza el abuelo de este libro me ha salido un poco desgreñado.

 

-Miguel Ángel Díez ya ha ilustrado otros libros suyos, pero dígame ¿qué le han parecido las ilustraciones que ha creado para Debajo de la higuera no hay ningún tesoro? 

Miguel Ángel es una máquina. Le gusta dibujar a lo grande y yo disfruto viendo su trabajo y se lo digo ¡Miguel que maravilla! Se lo digo con envidia porque sé que nunca podré dibujar así, creo que se me nota en la voz, pero él me perdona por su natural saber estar. Creo que es buena persona.

Me encanta ver como su imaginación siempre va más lejos que la mía y así descubro cosas nuevas de las historias. Es como si él pudiera estar en persona en los escenarios de los cuentos, conocer a los personajes y luego dibujarlos.

 

 

 

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