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Primer encuentro estatal de profesionales de la narración oral.
(diciembre/enero 2004-2005)


Intentaré ser parcial. No puedo hacer otra cosa.
No estaba solo, éramos más de noventa. Celebrábamos el primer encuentro a nivel estatal de profesionales de la narración oral. Y digo celebrábamos porque muchos habíamos fantaseado ya con la idea años atrás. Entre ellos Félix y yo.
Estábamos tan contentos de encontrarnos y de poner en marcha éste que sin duda es el primero de muchos encuentros que ni siquiera hubiera sido necesario el contenido. Pero contenido hubo, y mucho, y de calidad. Trataré solo de dar pequeños destellos totalmente subjetivos de lo que vi, oí y viví, porque no hay espacio para más y porque quién quiera acercarse más en profundidad a lo que allí se trató puede asomarse a www.cuentistas.info y a lo que se sigue tratando en los foros de www.narrantes.com


 
El sábado, por la mañana, se realizaron tres propuestas simultáneas:

“La voz del narrador” por Estrella Ortiz que indagó en la mitología para descubrirnos un tesoro: Antes de ser nueve, la musa era una con tres facetas: La meditación, la memoria y el canto. Que bonita manera de explicar el oficio del narrador:
La meditación como paso previo a todo habla de la búsqueda del cuento o su creación. La memoria trataría el aspecto de la preparación una vez obtenido. Y el canto sería cuando se pone en voz, se cuenta.
Tratarlo así hace ver que el trabajo es uno y trino (como no sé qué) y que quien adquiere su canto de escuchar el canto de otros traiciona a la musa y ya verá lo que le pasa.
 
“Cuestiones legales” por Carles de Zarándula. Un tema inagotable que nunca dejará de estar en las dudas e inquietudes de los narradores.
 
“¿Cómo se forma un cuentista?” por Paula Carballeira. Que regaló una batería de preguntas. Yo no estuve en esa mesa, pero celebro la conclusión a la que nos contaron que habían llegado: Es necesario conocer el perfil del narrador para saber qué formación precisa. No podemos dejar de anotar que hoy por hoy no existe formación reglada alguna para el oficio de narrador. Cosa que quien escribe estas líneas celebra.
 
Por la tarde se presentaron las microponencias, de tres a siete minutos cada una. Gran idea que dio agilidad al tiempo que concreción a los temas, aunque claro está, se tendrá que retomar casi todo para poder tratarlo en profundidad.
 
Reconozco no hace mucho yo entendía la narración escrita como un arte con mayor entidad, más rico hasta que Marina Sanfilippo de Trécola nos hizo ver que el narrador oral cuenta con elementos expresivos que se pierden en la lectura. Todas las cualidades de la voz no se aprecian en el papel; no existe la mirada del narrador; ni la expresión del cuerpo; ni la calidez de la compañía personal.
Yo antes encontraba en la narración un buen camino para animar a leer. Ahora entiendo que además debemos fomentar la lectura para encontrar buenos escuchadores.
Los Piratas de Alejandría nos hablaron de su festival de los tres deseos.
Charo Pita, ausente pero allí, nos mandó unas palabras escritas sobre el ritmo y la musicalidad de las palabras.
Noemí Caballer intentó hacernos entender las ventajas de estar asociados, desde la visión avanzada del asociacionismo en Cataluña que no se encuentra en otro lugar del planeta. Noemí, perdona nuestra inmadurez de buscar siempre algo más allá del simple placer de encontrase, de tener un lugar para no estar solo con lo grande que es la soledad del narrador.
Virginia Imaz, nos arrobó con su discurso. Sólo una frase: ¿Qué es eso de salir a enfrentarse al público?
Légolas y la pícara Charito nos hablaron de la creación de circuitos en cafeterías que permiten hacer viable el desplazamiento de narradores a las ciudades donde se conforman.
Carles de Zarándula nos dio sabios consejos de venta. Los narradores pecamos de modestia... por lo menos a la hora de darse a conocer, de ofrecer sus cuentos. Por lo visto no es que se trate de ser pretenciosos pero tampoco de ocultar nuestras virtudes.
José Campanari me perdonará si en vez de referirme al contenido de su ponencia menciono reivindicación constante: La necesidad de definir la narración. Una inquietud que estaba en la mente de casi todos y a la que él puso insistencia.
A Juan Arjona le tocó e tema clásico: La narración y el teatro. Él sabía que era una encerrona y aun así lo intentó. Este tema se puede tratar días y días. Juan tuvo entre tres y siete minutos.
Me atrevo a decir que el noventa por ciento de los noventa que allí estábamos afirmamos airadamente que la narración y el teatro son dos artes que comparten ciertas cosas pero con características diferenciadoras tan importantes como para afirmar que son disciplinas claramente diferenciadas.
 
Félix y yo, es decir, Albo nos ocupamos de presentar el primero de los intentos de manifiesto. La intención era animar a la realización de un catálogo de condiciones mínimas que se necesitan para contar cuentos. Animar, animamos. Era fácil, es una necesidad sentida entre los cuentistas. Nuestro oficio no se conoce y en ocasiones se entiende mal, se ubica mal, se enfoca mal. Es importante dar a conocer que la narración es una actividad íntima y frágil. Que aunque sea sencilla en cuanto a vestuarios y decorados es exigente en cuanto a las condiciones ambientales. Que aunque el narrador busque la cercanía hay ciertos límites que respetar. En definitiva que hay muchas pequeñas cosas a tener en cuenta que en demasiadas ocasiones se ignoran: el número de espectadores en las sesiones infantiles, la ubicación, la necesidad de silencio, la ubicación del narrador y del público... y tantas otras cosas. Hubo voces que advirtieron de la peligrosidad de presentar este manifiesto como una exigencia. Afortunadamente creo que quedó claro que la intención era otra, una orientación hacia programadores y público que reuniera la opinión general y no pareciera el capricho de una persona.
 
Otro manifiesto que planteamos fue el relativo a la ética del repertorio. Existe cierta tendencia por parte de narradores sin escrúpulos a conformar su repertorio a partir de las historias que escuchan de otros narradores. Quien hace esto se salta el trabajo previo de quién buscó o creó la historia, la preparó para contarla y sudó para darle la forma oral que tan atractiva resultó aquel otro que la copia. Queremos que los cuentos se difundan cuanto más mejor. Que el público cuente lo que escuche, pero que los profesionales elaboren su propio repertorio. Que no terminemos contando todos los mismos cuentos. Que tengamos la idea que entre las personas que trabajamos en esto es como si tuviéramos un repertorio global. Un repertorio que resulta de la suma de los repertorios individuales y que cuanto más variado sea y menos repetitivo más rico resultará.
Toda la vida ha habido quien plantaba el peral quien roba las peras para venderlas. Sabemos que no se va a evitar diciendo que no está bien... pero por lo menos decirlo.
 
Y mucho más fue lo que se habló y mejor, pero vamos acabando. Y para acabar me gustaría contar lo más importante. Por encima de los temas tratados, de los acuerdos y desacuerdos esos días se produjo un encuentro. Casi todos nos conocíamos ya, nos vemos cada cierto tiempo, coincidimos en festivales y en maratones, pero es distinto. A Arcos de la Frontera fuimos para encontrarnos. El oficio del narrador es solitario. Cada uno hace su camino y era imprescindible que los caminos confluyeran. Quizá para nada más que para que lo que hacemos los narradores, pararnos, mirarnos, hablarnos, expresarnos y seguir caminando. Y sucedió.
 

 

 

 

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