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Prólogo pulga

M
ientras su discípulo consultaba los tomos más gruesos de las enciclopedias y meditaba sobre lo escrito, el maestro se sentaba frente a una cabaña leyendo y releyendo una pequeña historia que alguien había garabateado en uno de los muros.
- Maestro, le reprochó un día el discípulo. Habiendo en el mundo tantos libros hermosos u profundos ¿qué hacéis ahí sentado, recitando una y otra vez esa historia escrita en una simple frase?
Sin apartar la vista de la pared, el maestro respondió:
- Observo que prefieres el elefante a la pulga.
Pensando que el  maestro lo estaba poniendo a prueba, el discípulo no dudó en replica:
- Naturalmente. Me gusta salir de vez en cuando a la selva para mirarlo. El elefante es el rey de los animales, poderoso, fuerte, hermoso...
- Y tan pesado que puede aplastarte, añadió el maestro. Hubo un tiempo en que disfruté del elefante, pero ahora prefiero la pulga. Es la reina de lo conciso. En su pequeño cuerpo reúne el poder, la fuerza y la hermosura del elefante. Además, no tienes que salir a buscarla, ella te encuentra en cualquier parte y una vez que te encuentra...
En ese preciso instante, el discípulo se levantó de un salto y comenzó a sacudirse la ropa.
- ¡Maestro! ¡Maestro!, gritó. ¡Una pulga!¡Me pica!
- Pues ráscate, hijo, le recomendó el maestro al tiempo que se ponía a reír. Ráscate como yo me rasco.
Y así, sin decir una palabra más, desaparecieron sendero arriba: el discípulo despellejándose el cuerpo con las uñas; el maestro murmurando una y otra vez la historia escrita en la pared.
Cada uno rascándose su pulga

Charo Pita

 

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